domingo, 17 de enero de 2016

El vino de la Vida

Hoy el Evangelio nos lleva de boda. Será el primer signo de Jesús el que allí se ofrecerá. María se da cuenta de una carencia: la del vino. Ve y comprende la dificultad de aquellos dos jóvenes esposos a los que viene a faltar el vino de la fiesta, reflexiona y sabe que Jesús puede hacer algo, y decide dirigirse al Hijo para que intervenga: "Ya no tienen vino".

Hace de su descubrimiento una petición a su Hijo e invita a los sirvientes a escuchar esa Palabra de Jesús: Haced lo que Él os diga. María lee los acontecimientos de la vida, está atenta a la realidad concreta y no se para en la superficie, sino que va a lo profundo, para captar el significado. Por eso les propone que escuchen al Hijo. Les plantea lo que en el fondo ha sido su vida desde que decidió que en ella se cumpliera la promesa de Dios: "hágase en mí según tu Palabra". 

Ella presenta a los otros algo que no le es extraño. Por eso, vio la carencia en la boda, la hizo suya solidariamente, y se puso manos a la obra. No se quedó sólo en relatar lo que sucede y lamentase por lo que falta o va mal. Darse cuenta del vino que nos falta, arrimar el hombro en lo que de nosotros depende, teniendo en la Palabra de Jesús nuestra fuerza y nuestra luz. 

Cuando hubo el buen Vino, hubo fiesta, y los discípulos viendo el signo, el milagro, creyeron en Jesús. Por eso termina el Evangelio diciendo: Los discípulos creyeron en Él. Necesitamos milagros de "Vino"; el mundo necesita ver que los vinagres del absurdo se transforman en vino bueno y generoso, el del amor y la esperanza, el que germina en fe. Hay un brindis pendiente siempre. Que sea con Vino como el de María en Caná. 

¿Cuál es el vino que nos falta en nuestro mundo? ¿El vino de la paz, el de la ternura; el vino de la fe, de la esperanza y del amor; el vino de la verdad...? Cuando faltan estos vinos, la vida se "avinagra".

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